lunes, 18 de febrero de 2008

Analis del Discurso. De Geraldy Peña

Geraldy Peña Álvarez
Derechos de Integración
Menopausia: una nueva forma de neocolonialismo ideológico y económico

Introducción

El término menopausia proviene de las palabras griegas meno (mes) y pausis (pausa) y refiere en sentido estricto al fenómeno fisiológico del cese de la menstruación en la mujer y, más ampliamente, a toda una etapa en la vida de éstas. A pesar de los esfuerzos de la cultura occidental de convertir a la mujer menopáusica en un universal, pareciera que la interpretación y contenido del concepto – e incluso su existencia misma - ha variado histórica y culturalmente con un impacto también diferenciado en la vida de las mujeres.
Debatir sobre la menopausia desde una perspectiva feminista es el objetivo de este ensayo para lo cual se pretende encontrar una respuesta preliminar a las siguientes interrogantes: ¿De dónde surge el concepto de menopausia y a qué tipo de necesidad responde? ¿Cuáles son los mitos o supuestos sobre la menopausia en el discurso y prácticas dominantes? ¿Existen diferencias culturales e históricas con la percepción de este período de vida de las mujeres? ¿Existen discursos alternativos sobre la menopausia, cuáles son los supuestos y contenidos de los mismos? ¿Cuál es el impacto social, cultural, psicológico y físico de estos discursos y prácticas en la vida de las mujeres?
Origen y necesidad
Tal como afirma Foucault, el control del cuerpo de las personas es el objetivo último de las políticas de dominación y espacio privilegiado de su manifestación. Cuando pienso en la mecánica del poder pienso en su forma capilar de existencia, en el punto en el que el poder encuentra el núcleo mismo de los individuos, alcanza su cuerpo, se inserta en sus gestos, sus actitudes, sus discursos, su aprendizaje, su vida cotidiana". (Foucault, 1995: 144).
En los cuerpos individuales se expresan y reflejan las relaciones de poder de una sociedad específica y el posicionamiento de cada cual en la misma. En una organización social jerarquizada además en función del género, el cuerpo de las mujeres es sujeto especial de múltiples dominaciones y expropiaciones. El desarrollo de la ciencia y la tecnología que ha permitido una prolongación creciente en la expectativa de vida de la mayor parte de la población mundial y la inversión de la pirámide poblacional que ella produce - traducida para los efectos de este ensayo en lo que se denomina la "explosión numérica de las mujeres de mediana edad"- incrementa la necesidad de contar con un discurso específico que garantice el control de este creciente grupo de mujeres, máxime si tenemos en cuenta que algunos "antropólogos han notado que la llegada de la menopausia puede traer libertad, mayor placer sexual y estatus a las mujeres en diversas culturas, especialmente en aquellas donde la fertilidad es alta y el acceso a medios de control de la natalidad es limitado durante gran parte de la vida adulta de una mujer (Ginsburg & Rapp 1991, p. 329-330). ¡Ya sabemos cuán amenazantes pueden ser el placer y la libertad, especialmente en las mujeres¡
Uno de los discursos de dominación más utilizados para el control del cuerpo de las mujeres es el discurso biomédico. Como dice Ginsburg: "estos discursos construyen las diferentes etapas del ciclo de vida la mujer como problemas médicos, más que como aspectos ordinarios de la vida social (Ginsburg 1991: 331) ". Además del interés de control político e ideológico de los cuerpos, fuertes intereses económicos sostienen, perpetúan y reproducen el discurso biomédico.
Varias premisas son necesarias para el éxito de este mecanismo de control socio-biológico. Primero: una larga tradición histórica y cultural que denigra el cuerpo de la mujer considerándolo inferior, enfermo y anormal. Segundo: la omnipotencia construida de las ciencias médicas y el poco espacio para cuestionarla. "Nos han enseñado el mito de los dioses médicos – que los doctores saben más que nosotros sobre nuestros propios cuerpos, y que el experto conoce la cura (Northrup 1998: :9). Tercero: la desnaturalización de los procesos vitales y su patologización. Cuarto: la objetivización de los cuerpos y de los procesos naturales para convertirlos en espacio de experimentación y acción de las tecnologías médicas. Así se ha construido también en occidente un discurso sobre la menopausia con el agravante, por un lado, de que desconoce o invisibiliza la existencia de otros discursos y, por otro, de que pretende por diferentes medios imponerse como realidad universal. Recordemos que como dice Foucault, la construcción de la verdad se hace a partir de la construcción de discursos: "... la verdad no está fuera del poder, ni sin poder...La verdad de este mundo; está producida aquí gracias a múltiples imposiciones. Tiene aquí efectos reglamentados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su política general de la verdad; es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; es estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero" (Foucault 1995: 187).
"El" discurso
En términos generales, la menopausia en el discurso biomédico occidental refiere a la interrupción o cese del ciclo menstrual en las mujeres, periodo que abarca por lo general de los 45 a los 55 años de edad y que viene acompañado por un conjunto de síntomas típicos que afectan o deberían afectar – en principio - a todas las mujeres. Lock cita los siguientes como los síntomas más frecuentes reportados por mujeres en las ciudades estadounidenses de Massachussets y Manitoba: dolor de cabeza, dolores en las coyunturas musculares; cansancio, pérdida de energía; irritabilidad; depresión y melancolía; insomnio y calores y/o sudoración fría repentina (Lock 1993: 35).
Para hacer frente a la menopausia también existe un discurso universalizador que busca como objetivo central convencer a la población y, principalmente, a la población femenina, de que la asistencia médica y farmacológica es indispensable en este periodo para garantizar la salud, calidad y prolongación de la vida, específicamente a través de las terapias de sustitución hormonal. Para aquellas que se resisten a esta terapia se les pronostican innumerables males, entre ellos problemas cardiacos, la osteoporosis, etc.
Además de insistir en la inevitabilidad de la aparición de estos síntomas, la conceptualización de la menopausia está inmersa en una ideología global que dota de sentido y significado a esta etapa de vida de las mujeres, a todo lo que en ella sucede y que es un reflejo de la filosofía del cuerpo social. Como dicen Lock y Scheper-Hughes, "el cuerpo medicalizado no es simplemente el resultado de cambios en los conocimientos y prácticas médicas; tampoco es simplemente producto del interés médico. Un cuerpo medicalizado representa más que un cuerpo individual, pues es también la manifestación de potentes, nunca acabados y semi-disfrazados enfrentamientos políticos sobre cómo se deben administrar los cuerpos rebeldes y que envejecen" (Lock y Scheper-Hughes 1996: 68-69).
Para el discurso biomédico occidental, la interrupción de la menstruación y el desbalance hormonal propio de este periodo es catalogado como un proceso de enfermedad y no como un proceso natural . Como la sociedad patriarcal asocia la valía de la mujer a su capacidad reproductiva, éste se considera un periodo de declive e involución, en el cual las mujeres dejan de ser importantes para la sociedad. "Como las mujeres menopáusicas ya no utilizan su energía en la procreación, se describe su sistema en términos de disfunción o descenso; los pechos y los órganos genitales se "atrofian" gradualmente y se vuelven "seniles". Así vista, la menopausia es, en último término, un sistema clausurado, una producción fallida" (Northrup 1998, 518).
En nuestra cultura occidental para las mujeres que actualmente están climatéricas, el proceso de vivencia de la menopausia está ligado a las vivencias previas con la menstruación y la reproducción. Siendo la menstruación un símbolo de enfermedad, muchas mujeres viven la menopausia como, ausencia de enfermedad o salud; no ocurre así a otro grupo de mujeres que no saben por qué la viven con tristeza. Consideramos que es la pérdida de capacidad reproductiva la principal razón. (Penagos Velásquez, www/ Universidad de Antioquia).
Si se tiene en consideración que en nuestra cultura el sentido de la vida femenina trata esencialmente sobre la reproducción y que "la situación actual en el cual nos encontramos de contar con un número significativo de mujeres en edad pos-reproductiva viviendo en las sociedades avanzadas es considerada no solo una anormalidad sino también un importante costo superfluo" (Lock 1993: xxvii), se comprende por qué muchas mujeres sufren de estados depresivos al llegar al cambio de edad pues la misma está asociada a la decrepitud, improductividad y la pérdida del sentido del ser. Como lo demuestran estudios inter-culturales asociados con esta problemática, la vivencia real y emocional del cese de la función reproductiva por parte de las mujeres es reflejo de los supuestos, creencias y valores existentes en cada cultura.
Así, pareciera que las mujeres viven en cada uno de sus cuerpos y desarrollan una profecía social autocumplidora. Esta situación replantea nuevamente el debate sobre la relación entre biología y cultura, cuerpo y cultura. Cabe aquí recordar las tesis de Kaschak sobre el cuerpo engenerado: "... Sostengo que la experiencia está tanto contenida como expresada por el cuerpo, así como por la mente, y que ambos aspectos están embuidos y mutuamente influidos unos por otros...El ser físico recibe, media y se ve alterado temporal y permanentemente por la experiencia y por la información y, a su vez, expresa al medio circundante y a otras personas aspectos de su experiencia individual, sentimientos y creencias, todos los cuales echan raíces y, lenta pero firmemente, se corporalizan... así todos somos portadores de la tradición, los guardadores del sistema de género... pues las memorias se almacenan en todas partes, no solo en la mente" (Kaschak, 1992, traducción libre).

Los "otros" discursos
Sobre este mismo punto, Lock acuña el término "biologías locales" para referirse a comportamientos y realidades corporales diversas, geográfica y culturalmente identificadas. Así plantea que "los relatos diferentes sobre el envejecimiento biológico no son simplemente el resultado de interpretaciones culturales de una experiencia física universal, sino los productos de un proceso dialéctico continuo entre biología y cultura en el cual ambos son contingentes" (Lock 1993: xxi).
En este sentido, Northrup afirma que el contenido genuino del periodo de la menopausia en occidente ha sido pervertido y degradado en contraposición con lo que es el legado de las culturas originarias o autóctonas. Afirma, por ejemplo, que en la cultura celta la mujer joven era visualizada como la flor; la mujer -madre como la fruta y la mujer adulta mayor como la semilla y se valoraba que la semilla era la parte que contenía- en sí misma - el conocimiento y el potencial de todas las demás partes. "En otras culturas nativas, se creía que las mujeres menopáusicas retenían su sangre sabia, en vez de perderla cíclicamente y eran, por ende, consideradas más poderosas que las mujeres menstruantes... Ellas proporcionaban la voz de la responsabilidad hacia todos los niños/as, tanto humanos como no humanos, a la Tierra y a las Leyes de las Buenas Relaciones. Estas mujeres contenían gran poder y supervisaban todas las decisiones tribales. No tenían temor de rechazar con fuerza cualquier cosa que fuera contraría a la vida, también iniciaban y educaban a las mujeres jóvenes en este conocimiento y responsabilidad" (cuerpo político) (Northrup 1994: 517). Más adelante comenta que un estudio realizado por la antropóloga Ann Wright, quien estudió los síntomas menopáusicos en mujeres de la tribu Navaho, tanto tradicionales como aculturadas, encontró que las mujeres tradicionales presentaban pocos síntomas, y que el estatus y posición social estaba directamente relacionado con la experiencia de los síntomas. Por lo que su estudio sugiere, entonces, que los síntomas menopáusicos son causados más por el estrés psicológico que por el físico.
En el estudio comparativo realizado por Lock sobre la vivencia de este periodo de la vida en mujeres de Japón y Estados Unidos fue posible confirmar, por un lado, que no existe en la cultura japonesa un término homologable al de menopausia. El que sí existe refiere a una caracterización bastante diferente de la expresada en la cultura occidental y, por otro lado, que ambos discursos dan poca cuenta de la vivencia real de este periodo de la vida por parte de las mujeres concretas.
Lo anterior no contradice, sin embargo, el hecho de que la principal tendencia es a vivir el periodo en ajuste a las expectativas culturales. Esto nos lleva a coincidir con lo expresado por Ginsburg y Rapp, cuando afirman que "... nunca se puede comprender la menopausia aparte de otras circunstancias sociales – estado civil, historia de fertilidad, acceso a la propiedad – a través de las cuales se construyen las experiencias y los poderes de las mujeres... además estas investigaciones nos recuerdan que ningún aspecto de la vida de las mujeres es una experiencia universal o unificada, ni puede un fenómeno de este tipo comprenderse aparte de contexto social más amplio que lo encuadra" (Ginsburg y Rapp 1991: 330).
El "neo"-neocolonialismo
Se podría afirmar, entonces, que la difusión globalizada de una visión androcéntrica y medicalizada sobre la menopausia y la aspiración de una intervención homogenizadora con esta población de mujeres podría considerarse una manifestación de dominación neo-colonial. "Al comparar las mujeres de mediana edad en EEUU y Japón, Lock encontró que las biologías locales han contribuido históricamente y en los tiempos contemporáneos tanto para la experiencia subjetiva como a la construcción del discurso, indicando que la biopolitica de la normalización y control y la construcción de una población vulnerabilizada es un proceso extremadamente complejo que debe ser interpretado en el contexto" (Lock y Sheper Hughes 1996: 69).
Además de la ideologización de este proceso natural, la visión de la menopausia como enfermedad lleva implícita la necesidad de una intervención instrumentalizada a partir de la tecnología médica que tiene consecuencias graves para la salud de las mujeres. Como afirma Villareal: "la explicación médica biologista presenta a la menopausia como una enfermedad y pone especial énfasis en la sintomatología y en los malestares que las mujeres experimentan, no en ellas como personas" (Villareal, 1999: 46). Al convertirse en un problema médico, todos los esfuerzos se dirigen a "curar" con lo cual queda abierto el camino una vez más para que la medicina se apropie de los cuerpos de las mujeres.
Decíamos antes que al neocolonialismo político-ideológico asociado a esta problemática, se debe agregar el neocolonialismo económico. El vasto mercado que representan las mujeres en periodo menopáusico no ha pasado desapercibido para la industria farmacéutica que, en asocio con la comunidad médica, considera esta una verdadera mina de oro. "Premarin, una forma de sustitución hormonal hecha a base de la orina de yegua embarazada por la compañía Wyeth-Ayerst, representa uno de los productos farmacéuticos más vendidos en los Estados Unidos... Se estiman las ventas de Premarin en 1992 en cerca de $700 millones de dólares y en 1994 era el fármaco número ocho en cuanto a volumen de ventas en el país" (Lee 1996: 4).
La principal imposición de esta visión androcéntrica sobre la menopausia en las mujeres se produce de manera indirecta y relativamente encubierta mediante el lenguaje de la ciencia, a través de la formación de los profesionales de la salud, de los colegios profesionales y del intercambio de conocimientos del cuerpo científico en revistas, conferencias, etc. Sin embargo, una forma clara de apreciar el impacto de este neocolonialismo económico en Costa Rica, por ejemplo, es constatando que Premarin es la única terapia sustitutiva hormonal recetada por el sistema público de salud. Según datos del Departamento de Farmacología de la Caja Costarricense del Seguro Social, en el año 2001 el volumen total de consumo de esta hormona fue de 9 898 700 comprimidos, para un total de pacientes tratadas equivalente a 27 120 mujeres. En el primer cuatrimestre del año 2003, el volumen total de consumo iba por 8 021 352 comprimidos para un total de 21. 976 pacientes tratadas.
La vivencia de las mujeres concretas
El impacto que esta ideología tiene sobre la vida de las mujeres es, en general, negativo en términos de la percepción de sí mismas, de su imagen corporal, de las pérdidas asociadas y de las múltiples repercusiones sociales, laborales, etc. El impacto sobre la salud de las mujeres de las terapias sustitutivas de hormonas ha sido ampliamente documentado por quienes abogan por alternativas que ofrezcan a las mujeres una mayor calidad de vida en esta etapa y menores riesgos para su salud.
No obstante, la forma cómo las mujeres viven esta etapa de la vida depende en gran medida de las experiencias vividas y de los patrones socioculturales internalizados. De allí la importancia de la de-construcción de los mitos asociados a esta etapa del desarrollo de vida de las mujeres. Lo anterior, sobre todo, si se tiene en cuenta que la ideología que sustentan las prácticas con relación a la menopausia y la ausencia de conceptos derivados de derechos humanos, específicamente de los derechos reproductivos y sexuales, omiten pronunciamientos encaminados a la protección de las prácticas supuestamente curativas de la menopausia que no generan salud, sino que, por el contrario, la desmejoran en la mayoría de los casos.
Menopausia: asunto de derechos humanos y reproductivos?
Si partimos de que la menopausia está ligada con la perdida de la capacidad reproductiva, los derechos de las mujeres sobre ese espacio sobre sus cuerpos tendría que estar comprendidos en los derechos reproductivos, pero si los derechos reproductivos siguen siendo entendidos desde "el determinismo biológico, esto evita cualquier análisis del contexto social o político en el que se desenvuelven las mujeres, si se asegura de que la ideología de la reproducción mantenga su control sobre la vida de la mujer." (Penagos Velásquez).
El cuerpo social es un espejo de las relaciones sociales. El orden sexual dominante en cada cultura, reglamenta los usos sociales del cuerpo. Así concebido, el cuerpo no es sólo una realidad autónoma fisiológica, sino además un espacio en el cual y a través del cual, se realizan prácticas sociales, ya que sus funciones se realizan en ámbitos culturales, que le imprimen connotación a ellas mismas. Desde la óptica del cuerpo político encontramos los derechos sexuales y los derechos reproductivos los cuales "abarcan dos principios básicos: el derecho a la atención en salud sexual y en salud reproductiva y la autodeterminación sexual y reproductiva". Existen varios derechos reproductivos reconocidos en instrumentos internacionales, sin embargo tienden a ser omisos en cuanto a la esfera propiamente en salud. Por ejemplo, en la CEDAW (Convención sobre la Eliminación de Todas las formas de Violencia contra la Mujer) vemos que este instrumento trata la esfera de la economía, la política, la educación etc, pero no toma en cuenta la esfera de la salud. Podemos afirmar que desde la perspectiva de los derechos humanos, no encontramos ningún derecho propio referido a la etapa de la menopausia, aun cuando sea tratada como una enfermedad y las mujeres sean sometidas de manera indiscriminada a prácticas médicas y farmacológicas que son lesivas para su salud.
Desde la perspectiva de los derechos sexuales y los derechos reproductivos es importante que las mujeres sean tomadas en cuenta tanto en la política que se aplique con relación a la menopausia, así como con relación a los las intervenciones, tratamientos y experimentación farmacológica que se desarrolle para tratar de enfrentar sus efectos negativos. Más importante aún, es garantizar que los instrumentos de derechos humanos y reproductivos alerten sobre la manipulación política e ideológica que sustenta la ideología occidental sobre este problema, su pretensión de universalidad y se reconozcan los derechos de las mujeres sobre sus cuerpos y la diversidad cultural y vivencial de las mujeres, recuperando para ellas el control sobre esta etapa de su vida y facilitando un proceso natural y digno de envejecimiento.
Obtenido de la página: http://www. Scielo.sa.cr/scielo.php

Comentario o análisis:

Quiero iniciar escribiendo como la mujer definitivamente ha sido tema de discriminación por diferentes motivos y uno de esos motivos es por llegar a una etapa que por mucho tiempo nos la hacen creer que es la etapa más fea de nuestra vida, que es la etapa en la cual nos acercamos a “viejas” donde nos servimos para nada, la menopausia.
Lo que no vemos aquí es el discurso que tiene todo un propósito, y ese propósito tan patriarcalista se relaciona a lo económico. Además que para el occidental somos inservibles por el único hecho de no poder tener ya hijos dejar esa etapa reproductiva.
Sin embargo, debemos las mujeres de ser concientes que es una etapa más en nuestra vida, que nos es algo malo, no es enfermedad, nos es la etapa que entramos a ser “viejas”, no es enfermedad, es una parte del vivir es una experiencia vivida y otras que faltan por vivir, debemos dejar de lado todos esos estereotipos que se dejan ver solo por aquellos que creen que en nosotras no hay alma, no existe el amor, que solo somos un cuerpo de reproducción y buenas para el trabajo del hogar.
El discurso es claro, y en este mundo de desarrollo, donde lo que se quiere es ganancias y producción, no sirve según parece una mujer no menopausica, aunque para mí personalmente es el proceso de la edad lo que para este discurso funciona, es un disfraz del cual se quieren aprovechar y además el beneficio de hacer esto sintomático para el beneficio de las empresas farmacéuticas con la compra de medicamentos.
Es importante y por lo dicho, queda claro que la menopausia como proceso estrictamente natural, fisiológico, corporal, ha sido impregnado de contenido ideológico hasta convertirse en parte de lo que Lock y Scheper Hughes denomina el bio-poder y que es tarea de las mujeres y de sus movimientos políticos promover la desideologización de este proceso y proteger a las mujeres de la sobremedicación y de la exposición innecesaria a tecnologías médicas que no producen salud mental ni física, como el de hacerlas sentir inferior por una etapa natural de la vida, un ciclo por cumplir. Debe ser un orgullo para todas y dejar de lado sentir lo que quieren ver los demás. Y así llegar felices a otra etapa de nuestra vida sintiéndonos felices y aún útiles en la vida como mujeres adultas mayores.